UN MAL DÍA...

Hay días en los que es mejor seguir durmiendo. Días en los que te llueve en tu propia cama, hace viento en el baño y en tu salón rugen  truenos. Días que deciden vivir en tu vida sin que tú los hayas invitado dando mordiscos a tus horas y a tus ratos dejándote exhausta. Días en los que el agua y la sal de la vida desaparecen y todo lo que tocas se vuelve de plomo, que no de oro como al rey Midas.

Un día de esos ha venido a morderme hoy: me levanto, preparo mi desayuno y se me resbala la  taza de la leche dentro del microondas, (charco de leche). Cuando voy a bebérmela, ¡me achicharrooooo!, (lengua escaldada). Salgo a caminar y cuando llevo unos 500m se raja la zapatilla por la suela unos 2cm. Sigo caminando. Un poco más adelante, una preciosa paloma decide defecar en mi hombro... (Asco de ratas voladoras). La raja de la zapatilla cada vez es más grande, me está entrando tierra. Me llaman por teléfono para decirme que me van a llevar un paquete a casa en veinte minutos; el chico cuelga y no me da tiempo a decirle que no estoy. Intento devolver la llamada y advierto que ha llamado con un número oculto, (tanto móvil, y tanta prisa). Me dirijo rápido a casa. La zapatilla ya está muy rota; voy cojeando y arrastrando el pie por el suelo. Hace un calor horroroso y la crema que me he puesto para no quemarme se mezcla con el sudor que cae directamente sobre mis ojos. Me pican y me lagrimean; me los seco con el dorso de la mano pues he usado todos los pañuelos que llevaba en limpiarme el regalito que me ha dejado la paloma. Llego a casa y veo como la furgoneta que me traía el dichoso paquete desaparece por el fondo de la calle. No me queda nada más que media zapatilla. Subo a casa: No hay electricidad. Me ducho a oscuras pues mi baño no tiene ventana, y aunque dejo la puerta abierta no veo. Me lavo el pelo, (este champú nuevo no hace espuma). La luz hace su aparición de pronto dejándome iluminada para toda la mañana. Me seco el pelo con mi secador supersónico y compruebo que el pelo se queda pegado como un sello a mi frente y a mi cabeza, y entonces es cuando me doy cuenta que he usado el acondicionador en vez del champú, (¿todos los botes tienen que ser iguales?). He quedado con Mijota en el centro. Cojo el autobús y en la tercera parada se pincha una de sus ruedas. Hago a pie el trayecto que me queda hasta el lugar de mi cita; el tiempo
caprichoso decide que tiene: ¡ganas de llover!... Me mojo y mi pelo cada vez está más feo y yo cada vez más malhumorada y enfadada, claro. ¡Maldito, maldito, maldito día!... ¿que más me va pasar?.
Reacciono y pienso: ¡tú no vas a poder conmigo!; si tú me muerdes la vida, yo te araño las horas buenas que sé tienes guardadas para mí. Así que entro en la primera administración de lotería que me encuentro en el camino, compro un boleto de la bonoloto y otro de la primitiva. Salgo feliz del establecimiento porque sé que hoy me va a tocar, pues si lo malo ya me ha tocado ahora me queda lo bueno.
Me pinto los labios y sonrío. Casi me río pues mi boleto premiado me aguarda bajo un paraguas en la esquina de la plaza: Mijota sonriente, me saluda con la mano. ¡Me tocó la lotería!

Nos vemos y nos leemos pronto