domingo, 2 de noviembre de 2014
UN SOFÁ AMARILLO
Amarillo es el sofá que me acoge, que me cobija. Amarillo y de pana con hilitos dorados que le dan ese toque glamuroso de sofá de pub vintage, de gastro-bar a la última. La luz, a pesar de ser mediodía es del color de las hojas secas; del triste color de la pelusa de los membrillos. El olor me recuerda un montón a las tiendas de decoración que hay en la acera de enfrente. Ese aroma envuelve la calle y el aire que se intuye limpio lo transforma en denso y opaco. Es mediodía, ya lo he dicho, y estamos aquí en el centro de esta ciudad que cuando quiere es hogar, y cuando no lo desea es maltratadora e inhóspita... Los que están conmigo ríen. Ríen a carcajadas y se felicitan con grandes abrazos y aspavientos. Se tocan la cara con satisfacción; las mejillas se pellizcan y siguen riendo, todo parece que ha salido bien, que ha salido genial.
Me miran y me invitan que me una a ellos, a los triunfadores... los ignoro. Piden un Moon, y otro y otro, y brindan una vez y otra y otra... Celebran mil veces lo incelebrable, lo que hace muy poco tiempo criticaban y para ellos era deleznable. El champán corre de copa en copa y cae sobre la moqueta de diseño; se sirven ostras y caviar iraní, sushi y anchoas del Cantábrico y platos con jamón Joselito. Se encienden puros de la patria de Fidel y cantan canciones recurrentes y esas, sintiéndolo mucho, hacen que mi rostro se trasforme en una mueca de desprecio infinita. Me llaman, me jalean... quieren que junto a ellos celebre la gran desilusión de los que habitan en esta ciudad, en este país... sigo ignorando sus voces y llamadas y me hundo más y más en la pana finita del sofá amarillo que me cobija...
Cierro los ojos, recuerdo, añoro y pienso en los días en los que nosotros, los que se ríen a carcajadas y yo, íbamos a cambiar el mundo, la sociedad... a no dejar que todo se lo llevaran "ellos", a impartir justicia de la buena, democracia para todos, derechos para todos... que falacia, que gran trampa.
Me levanto de mi sofá vintage amarillo y me dirijo al camarero que primero encuentro. Le doy mi tarjeta de crédito para que se cobre lo que se debe... la mira atónito y pregunta: ¿es una Black?, yo le digo: creo que sí; negra es desde luego, o al menos opaca.
Me marcho. Mi casa está muy cerca. Camino por la calle razonando que esa tarjeta no debería usarla tanto... pero, pensándolo mejor, creo que la seguiré usando.
Nos vemos y nos leemos pronto.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Lo celebran ante nosotros. Necesitan público que los jalee. Lo han tenido y quieren seguir teniéndolo. Quizá añoren ese sillón amarillo desde sus mazmorras.
ResponderEliminarInquietante relato.
Saludos!
Ojalá fuera así, y sufrieran en la cárcel la pena de no tener un sofá... Pero acabo de oír, que de los 300 y pico imputados que hay en casos de corrupción en España, solo 23 están encarcelados.
EliminarSaludos desde el Sur
juasjuasjuas
ResponderEliminarmosqueo tenemos...
Y no es para menos.
Yo sigo pensando en positivo, sigo creyendo en la honradez, sigo esperando quien me lo demuestre desde el poder :)
Besos, muchos poeta.
Me alegro de que aún te queden ganas de pensar en positivo... Yo ya perdí la esperanza, y casi que no creo en nada que venga del poder. En fin, ya llegaran tiempos mejores!
EliminarBesos desde cerquita LuisaBonica