sábado, 6 de julio de 2013

TANGERINES


Mi maleta de cabina gris con sus ruedas turquesa, no rodaba bien por aquella superficie rota y quebrada que tenía el suelo de aquel puerto que en tiempos fue glamuroso y famoso. Yo la levantaba e intentaba saltar todos los obstáculos que le impedían circular con el donaire que da la Sansonite, pero era inútil, no respondía... se atoraba. Cansada ya de tanto tropezón me asomo a sus bajos: y compruebo estupefacta que la cabeza gorda de una sardina de ojos saltones se ha pegado con ganas y escamas a la rueda derecha de mí magnífica maleta... (Asco y más asco). ¡Comenzábamos bien!
África nos daba la bienvenida como corresponde: calor y mucho color. Desde la cubierta del ferry que nos cruzó ese río ancho que nos separa del gran continente, se divisaba la Medina: una amalgama de casas blancas sin tejados que formaban un ordenado caos urbanístico y que subrayaban el azul que tiene el cielo por esos lares.  Con la mirada perdida ante lo desconocido buscábamos un taxi, o dos, pues éramos seis y necesitábamos llegar a nuestros respectivos hoteles. Viajábamos juntos, pero dormíamos separados, cada pareja en un hotel... ¡cosas que tiene la improvisación tardía! Se acercaron varios taxistas y ofertaron sus coches con ahínco. Al final todos juntos en un taxi. Cuatro detrás y dos delante con el chófer. Las maletas todas juntas en ese gran maletero del Mercedes 240D de color indefinidamente beige . La salida del puerto a treinta metros. La primera parada para el primer hotel a otros treinta metros. El taxista nos dijo, en un idioma que quería ser español: "por ahí hotel, taxi no entra ahí", y nos señaló un callejón largo y oscuro.
  Delante del primer arco que nos indicaba la entrada a ese laberinto llamado Medina, Mijota y yo preguntándonos donde estaría nuestro maravilloso Riad. Caminamos tres pasos, y junto a nosotros un solícito muchacho nos dice que por la humilde cantidad de un euro, nos llevaba al hotel. Le decimos que sí, que nos lleve... caminamos cinco pasos más y ya estábamos en la puerta del hotel. Un euro por  cinco pasos, ¡buen negocio! Las dos siguientes paradas del taxi fueron parecidas a la primera. La única diferencia: la distancia, los otros dos hoteles estaban unos cientos de metros más lejos. 

Disfrutamos al día siguiente de la ciudad; de su Medina, de sus comercios, de su Gran Zoco, de los regateos con los tangerinos, de sus balcones al mar, de sus comidas vacías de vino y cerveza pero repletas de exquisitas viandas... en una palabra disfrutamos de Tánger. Como es una ciudad pequeña la visitamos rápido, así que decidimos ir de excursión a un pequeño pueblo cercano llamado Asilah. Para ir hasta allí, pensamos de nuevo en un taxi. Pero esta vez tomaríamos uno grande, familiar, donde cupiésemos los seis y que tuviera aire acondicionado... ¡qué ilusos! En Tánger hay dos tipos de taxis: el Mercedes, antes mencionado... y el Mercedes. Luego hay otro pequeñito azul que no se sabía muy bien de que marca era, pero parecía un Panda antiguo.
Así que después de acordar el precio, con el consabido y delirante regateo, nos subimos tres en un taxi y los otros tres en otro. Esta vez los chóferes nos aseguraron que llevaban aire acondicionado.
Recorrimos las interminables avenidas del Tánger moderno; el calor se hacía pesado dentro del coche. Pedimos al taxista que pusiera el aire, y nos dice que no se puede poner hasta que no salgamos de la ciudad. Quisimos bajar las ventanillas pero no pudimos. No había botones para ello ni tampoco manivelas para bajarlas a mano. Acatamos las normas y aguantamos el calor. Cada vez más denso el aire del coche repetimos la petición, y nos comenta el tangerino que en el próximo semáforo tendremos aire acondicionado ¡Qué raro era todo!... Llegó el bendito semáforo, y el taxista se baja del Mercedes, se dirige a nuestro taxi compañero, y habla unas palabras con el conductor. Al momento aparece con la manivela de las ventanillas traseras en la mano, y nos indica que eso era: "para bajar ventanillas". Ya, eso lo sabíamos, ¿pero y el aire?, “eso es el aire, es para el aire”, nos contesta…¿Qué más queríamos? ¡Ya teníamos nuestro aire acondicionado anhelado! y bajamos las ventanillas y disfrutamos del viento fresco del litoral que nos acompaño durante todo el camino. 

¡Asilah maravilloso! Un pueblo blanco y azul con callejones estrechos y arcos en las ventanas. Y sombras preciosas que hace la arquitectura en las fachadas de las casas colindantes. Mujeres veladas dibujando flores en los tobillos de los visitantes y tiendas de artesanos cueros. Playas largas y amarillas vacías de veraneantes y sombrillas, solo habitadas por niños descalzos, que al sol, jugaban al fútbol. Una paz asombrosa habitaba en todo el pueblo.

Volvimos a Tánger sufriendo algún que otro despropósito, pero poco digno de mención.
La manivela, de nuestro Aire Acondicionado, duerme como recuerdo en un cajón de una de nuestras casas. Nos quedamos con ella por si alguna vez volvemos. Y seguro que volveremos pues lo vivido allí fue Especial, como es Tánger, como es África.
Nos vemos y nos leemos pronto.




10 comentarios:

  1. Qué imágenes.
    Nunca me ha tentado Africa, pero después de tu relato y esos colores, creo que lo voy a repensar.
    Gracias.

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    1. Verás, para mí ni África ni Marruecos eran mis destinos favoritos, pero sin querer me encontré en un país diferente, hospitalario, amable, cercano... Diferente. Tengo que volver, pues creo que me estoy perdiendo algo.
      Un beso alegre de S. Fermín

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  2. Nunca estuve en África, pero me gusta enterarme de las experiencias de los que van.
    Y fíjate, que uno de mis mejores amigos (o sea, mi amigo Andrés), tiene casa propia en Marrakech.
    Y otro de mis mejores amigos (Lutero), tiene casa en el Congo.
    Vamos, que casi que se puede decir que tengo dos casas en África.
    Pero nunca fui, y a estas alturas, ya lo veo difícil.
    Qué le vamos a hacer?
    Mientras tanto, seguiré leyendo las aventuras de los viajeros intrépidos que se internan en el cálido y misterioso continente vecino.
    Un beso, y viva San Fermín!

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    1. No pierdas la ocasión de visitar esos lugares donde viven tus amigos. Viajar es lo mejor del mundo, y nunca es tarde para hacerlo. Tu puedes ser el protagonista de esas aventuras que comentas te gusta tanto leer.
      Un beso festivo de domingo.

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  3. He de decir que he estado varias veces en África, y desde la primera vez me encandiló. Su magia es especial, sus gentes increíbles: amables, hospitalarios, generosos, muy respetuosos, y manteniendo aun esos valores que nosotros perdimos ya hace mucho....De hecho, África engancha...y si vas una vez, cada cierto tiempo necesitas repetir. Se ve la vida con otros ojos, con amplitud de miras, con inocencia, con esperanza...
    ¿Sabes Rojo? Vuelvo a ir el mes que viene, para impregnarme otra vez de su esencia...la necesito!!!
    Y gracias por contarlo, Oles!

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    1. De nada, Maripam. De ese viaje tu puedes contar muchas cosas, y muchas risas, y muchas anécdotas. Fue un bonito viaje, y lo mejor de los viajes, (como siempre digo), es vivirlos para contarlos.
      Un beso de domingo con una cerveza fresquita.

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  4. Sigue, sigue....te leo y es como si estuviera con vosotros!!!
    Montón de besos sin regateo!
    La manivela, jajaja...

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    1. Gracias Marta, me hace ilusión que viajes con nosotros!!!
      Besos salados de la playita

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  5. La verdad que aunque corto, fue un viaje cargado de anécdotas, colores y sabores, nuevas sensaciones y olores para nuestra mente. Disfruté mucho y me reí mas.
    Mikuman

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    1. Muchas risas, muchas ganas de pasarlo bien, y también mucho cariño entre nosotros.
      Besos descansados

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Gracias por tu tiempo

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