lunes, 9 de septiembre de 2013

HISTORIAS CONCATENADAS

Cádiz, una tarde  de mayo
Impenitente el cigarrillo en sus dedos, esperando. El frío de la mañana atraviesa cada una de sus células. Sentado en la única mesa que denomina a la acera terraza de esa cafetería, ha pedido, como siempre, un café solo y doble: ¡en vaso alto!, le grita al camarero antes que cierre la puerta del establecimiento. Está lloviendo y el agua resbala por la superficie de la sombrilla blanca  que lo resguarda. El muchacho le trae el café humeante y solo, en un vaso largo como él lo prefiere. Coge el vaso con tiento pues tiene miedo de quemarse, sopla y da traguitos cortos. A cada sorbo lame sus labios con deleite y saborea el amargor que el brebaje va dejando en su boca. Cada café son dos cigarrillos. Los fuma con esmero, con embeleso... disfrutando cada una de sus caladas. Y detiene la mirada en la esquina de la calle buscando lo que no encuentra. 
Hoy el tiempo se ha levantado mojado, con ganas de fastidiar los últimos días del verano. Me despierto con el sueño repartido por la cama, como hace ya tanto tiempo. Y deambulo por la casa descalza, sintiendo el frescor que tiene el suelo por la mañana. Cierro mi cafetera roja y mientras sale el café, caliento un poco la leche... la tostada se ha quemado por los bordes, pero no importa. Una taza con mi nombre, me recuerda que ese café lo tomaba, rodeada de compañeros, en otro lugar. Y me acerco a la ventana, con esa taza ajena a mi casa en la mano y contemplo, como hace tantos días, al chico del "café largo y solo", fumar sus dos cigarrillos. Como él yo detengo mi mirada en la esquina de la calle buscando lo que no encuentro.
Manuela va con prisa. Sus tacones resuenan en la calle solitaria; llega tarde a su cita de cada mañana. Levanta la persiana y va encendiendo las luces, los ordenadores, el sistema que pone en marcha todo el engranaje que marca la vida de mucha gente del barrio.
Me calzo zapatos nuevos y el vestido azul marino, ese que me sienta como un guante. Bajo las escaleras y detengo la mirada de nuevo en la esquina de la calle... despacio, mientras me acerco voy leyendo el cartel que encabeza el conocido local:
Servicio Andaluz de Empleo.
abcsevilla.com
Cuando entro, el chico del café en vaso alto está saliendo... me sonríe: parece que la fortuna hoy tampoco anidó en su vida, como siempre, como hace tanto; y le digo adiós, ¡hasta siempre!... y él exclama con la desidia en los ojos: ¡mucha suerte!
Nos vemos y nos leemos pronto

   
 


2 comentarios:

  1. Por un momento, llegué a pensar que hablabas de mi... pero no podía ser, para un café yo necesito más de dos cigarros.
    Y por suerte, el final tampoco podía ser.
    Y bueno, a partir de ahora me voy a fijar mejor en los vestidos azul marino.
    Un beso amiga Oles.

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  2. Gracias jose por estar siempre ahí... Me encanta que leas mis cuentos. Y si, fijate mas en las chicas de azul marino, son muy elegantes. Besos

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Gracias por tu tiempo

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