Después de luchar contra los sesentaysiete kilómetros que
separaban mi pueblo de la gran ciudad, por fin, llegamos a nuestro destino. Y
digo luchar, porque para mí subirme al autobús, (leáse Alsina), para ir de
viaje, era toda una odisea de mareos, vomitonas, ropa sucia y pelo enredado en
mis escuetas coletas. Viajábamos por placer y para culturizarnos. Olespadre, Pamhermana
y yo teníamos el día libre para hacer de nuestro viaje una gran fiesta. Primera
parada: desayuno en la archiconocida cafetería “El Suizo”, cacao con leche y
media tostada con mantequilla fuera de lo común. Visita a los lavabos y arreglo
de coletas ayudadas por la señora que cuidaba de los mismos; OlesPadre le dejó
dos duritos de propina, uno por Pamhermana y otro por mí.
Segunda parada: visita a la Boutique de moda en
aquellos tiempos, “Pepita Martin”. Vestido verde, maravilloso, para mí; vestido
de rayas rojas y blancas para Pamhermana, que también era muy bonito.
Tercera parada: visita a la zapatería “Salas”, de la
calle Reyes Católicos. Zapatos azul marino y blancos de Charol para Panhermana;
zapatos rojos y beige de charol para mí. (Preciosos, por supuesto).
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fuente:www.granadasiempre.blogspot.com |
Cuarta parada: Comer. No me acuerdo donde comimos, ni
lo que comimos… seguro que yo poco, pues no me gustaba mucho comer. (¡Que
ironía!).
Quinta parada: La Alhambra.
Por visitar este monumento
era toda la excursión. Por eso los kilómetros recorridos, las curvas
interminables y la peste espantosa del autobús. OlesPadre explicaba cada
recinto, cada torre, cada habitación. Nosotras escuchábamos, unas veces
interesadas y otras aburridas. También preguntábamos y entoces aburríamos nosotros
a OlesPadre. Terminada la visita a La Alhambra, nos dirigimos al Generalife.
Hacía calor, y la entrada directa al Generalife desde
la Alhambra estaba cerrada por obras. Por lo que tuvimos que salir fuera de un
recinto para, dando un rodeo, entrar en el otro. OlesPadre sudaba, y nosotras protestábamos
por el calor y la sed. Cuando por fin entramos al nuevo lugar por visitar,
junto a la caseta de venta de tiques había una máquina de refrescos. ¡Qué bien!,
exclamo OlesPadre… ¡Nos vamos a tomar un refresquito!. Para nosotras esa
máquina era totalmente desconocida, una novedad de la Capital del Reino. Así
que con mucha curiosidad y cautela mirábamos la maquinita que nos iba a quitar
la sed. -Tú qué quieres Pam?, cocacola Papi… y tú Oles?,
-espera papá que voy a mirar… yo quiero, uhmmm, uhmmm,
yo quiero… ¡yo quiero una tónica!
-Una tónica no
te va a gustar, Chiquitica… -¿Una fanta de limón o de
naranja mejor, no?...
-No papi, una tónica de las del anuncio.
-No te va a
gustar!,
-si, si, si… sí
que me va a gustar, me va a gustar mucho!, si no es la tónica, no quiero nada.
Y saco la dichosa tónica de la máquina mágica de bebidas
fresquitas… la abrió con el abre chapas que tenía incorporado, y me la puso en las manos: -¡te la bebes enterita!, ¡no te dejes ni una
gota!. Y allí estaba yo con mi botella transparente llena del refresco que me
iba a quitar la sed para siempre, o eso decía el anuncio de la tele. Puse mis
labios en la boca de la botella, di un trago y: todas las burbujas del mundo se
explotaron en mi lengua; y todos los sabores más amargos de la tierra inundaron
mi paladar dándome una lección que todavía no he olvidado. OlesPadre se reía, y
se sonreía… ¡te lo he dicho, no te va a gustar!. Panhermana también se reía, yo
creo que por simpatía. Y yo lloraba, pues era lo más repelente que había probado
en mi vida. Sentada en aquel banco a la sombra, estuve casi media hora,
llorando, esperando que aquello se pusiera, milagrosamente, más sabroso. Pero fue inútil,
ni la espera, ni el calor, ni mis llantos obraron el milagro: ¡la tónica estaba
repugnante!. Con la misma sed, llorando y con mi bebida caliente en la mano continuamos
la visita. Hasta que vimos una fuente de agua fresca que por fin calmó mi sed; mi padre me
cogió la botella de las manos, e intento tomarse el dichoso brebaje. No pudo,
su cara apretada lo decía todo, nunca le gustó. Yo dejé de llorar, y seguí
feliz la visita por la Capital del Reino.

Tardé años en volver a saborear una
tónica y fue una sorpresa comprobar que me gustaba muchísimo. Esta tarde he abierto una tónica fría, muy fría y he recordado, sonriendo, los primeros momentos de mi relación con ella.
Aquel día yo
creo que no me gustó porque: “la había probado poco”, o eso contaban en el
anuncio.
Nos vemos y nos leemos pronto.