Cuando llegaba el verano, donde yo vivía, las tardes eran largas y amarillas. No teníamos marni tampoco piscina. Solo teníamos un aprendiz de río que cuando llegaba el calor se secaba. También teníamos albercas: fosas cuadradas y hondas de cemento rematadas. Su fondo era infinito pues nunca se veía, y las paredes eran resbaladizas ya que el verdín se adhería a ellas con ahínco para que nunca pudieras salir de las aguas que lo provocaban. Y si te sentabas en su filo corrías el riesgo de que alguna avispa sedienta te picara.Entonces, tras el alarido, te acercabas al primer charco que encontrabas a su alrededor a ponerte barro fresco en la picadura y así se pasaba el dolor. Donde yo vivía, el verano eran baños de agua fresca con la manguera y el pelo mojado pegado a la cara, con risas y gritos pues el agua estaba fría y el aire temblaba caliente. Los veranos, donde yo vivía, eran lentos y nocturnos. Con abuelas y madres charlando al fresco y bostezos profundos de niños cansados. Con mosquitos diminutos que, sin querer, caían entre las mandíbulas de la salamanquesa que, presumida, se acercaba a la única luz que alumbraba la placeta. Donde yo vivía, el verano eran cacaos fresquitos después de la ducha y vestidos de algodón con sandalias blancas.
Un día de un verano de esos en los que yo gozaba y vivía mi niñez, Olesmadre me llamó para que la ayudara. Hermanomío lloraba sin consuelo, y ella sabía que cuando yo lo paseaba, por la orillas de la carretera en su carro de bebe, se calmaba. La carretera no era un lugar peligroso, pues en aquella época circulaban pocos coches donde yo vivía. Puse a Hermanomío en su carro, lo até a su sillita y me dispuse a dar ese paseo tan anhelado por él y tan entretenido para mi.Atrás se quedaron el Hostal Mirasol, el cine de verano y la gasolinera. Atravesamos el puente y miramos el río; ese río chico y seco que intentaba aprender a ser grande. Y subimos la cuesta que nos concucíaal cruce. De allí no podíamos pasar. A partir de allí todo era prohíbido.Cuando llegamos arriba, Hermanomío reía y manoteaba, pues a pesar de su corta edad, sabía lo que iba a pasar a continuación:
yo situaba el carro en la cumbre de la cuesta, soltaba los frenos
y dejaba que el pequeño vehículo se deslizara pendiente abajo... a su
lado yo corría; junto al carro yo corría y gritaba y lo jaleaba para que él también lo hiciera; y lo hacía, ¡claro que lo hacía!. Su pelo rubio lo revoloteaba el viento y sus grandes ojos verdes los
entrecerraba el aire... y reía. Al final de la bajada
había un remanso de tierra llana que hacía que el carro se parara; y allí, dichosos los dos aplaudíamos sin descanso. Luego volvíamos a casa, él tranquilo y yo feliz.
Donde yo vivía los veranos eran lentos y dorados... Y estaban llenos de juegos y risas con hermanos...y travesuras inconscientes al atardecer.
Que enternecedora historia. Constato una vez mas, que eres una explendida hermana. Cuantos recuerdos!!!. Consigues emocionarme cada vez que te leo. Un beso. Gloria.
Que suerte de hermanomío, de disfrutar de esas emociones y de tener una hermana tan especial de compañera de juegos y risas estivales. Seguro que si le preguntas te dirá que no se acuerda pero quizás en lo más profundo de su ser eche de menos aquellos años bañados de esos momentos únicos e irrepetibles.
Que alegría!! Esos veranos de niñez donde nada es malo y todo son aventuras, estaría guay volver a esos veranos interminables, con sus juegos infantiles y sin miedo a nada. Me ha encantado tu relato y he recordado los míos. Bss
Que enternecedora historia. Constato una vez mas, que eres una explendida hermana.
ResponderEliminarCuantos recuerdos!!!. Consigues emocionarme cada vez que te leo. Un beso.
Gloria.
Me encanta verte de nuevo por aquí!. Una pequeña historia mas de las que viví con mis hermanos. Un beso para ti, guapa ;)
EliminarQue suerte de hermanomío, de disfrutar de esas emociones y de tener una hermana tan especial de compañera de juegos y risas estivales. Seguro que si le preguntas te dirá que no se acuerda pero quizás en lo más profundo de su ser eche de menos aquellos años bañados de esos momentos únicos e irrepetibles.
ResponderEliminarMikuman
Yo sé que no se acuerda, era muy pequeño. Pero se le quedo la impronta atrevida, no te quepa duda. Besos de domingo que son de gala
EliminarQue alegría!! Esos veranos de niñez donde nada es malo y todo son aventuras, estaría guay volver a esos veranos interminables, con sus juegos infantiles y sin miedo a nada. Me ha encantado tu relato y he recordado los míos. Bss
ResponderEliminarEn la niñez el verano es la mejor época de año. Me ha encantado recordarte los tuyos.
EliminarBesos y mas besos.